miércoles, 3 de diciembre de 2008



LA ETICA EN AMERICA LATINA




Hay que buscar las causas de la agudización de la pobreza en América Latina en la profunda desigualdad, algo que no suele hacerse adecuadamente, según experto , quienes apuesta al empuje social para cambiar la situación. América Latina y el Caribe conforman una región con algunas de las mayores reservas de materias primas estratégicas del mundo, fuentes baratas de energía, óptimas posibilidades de producción agropecuaria, ingentes riquezas turísticas y una muy buena ubicación en términos de geografía económica.


Sin embargo, más de 43 por ciento de sus 505 millones de habitantes son pobres, más de un tercio de sus jóvenes están desempleados, la mortalidad materna es más de 20 veces mayor a la del mundo industrializado y la exclusión sigue en aumento. Para muestra, es de señalar que entre 2000 y 2002 la cantidad de pobres creció en 15 millones y el porcentaje de habitantes en esa situación es mayor que en 1980. ”La razón central, no suficientemente examinada por los economistas, está en la desigualdad” existente en América Latina, la mayor del planeta.





LA CULTURA ETICA EN LA EMPRESA


En la sociedad contemporánea la empresa ética es la empresa del futuro por razones de dignidad humana, de lógica empresarial en el proceso de globalización y de socialización del conocimiento.
En la vida social cobra mayor importancia ya que los nexos y relaciones sociales se hacen más complejos. La
persona es el único sujeto . La ética debe elaborarse desde y para la persona. La empresa en cuanto comunidad de personas que aportan conjuntamente su trabajo directivo, su trabajo operativo y su inversión. De tal forma la fuerza no está en lo que el hombre aporta, sino en las personas que portan. Existe una diferencia entre lo que se aporta y lo que se porta. La importancia ética está en lo que se porta.


La empresa como comunidad de personas .

La empresa es un sujeto
moral por ser la persona originaria y destinataria de moralidad, todas las personas integran la comunidad-empresa independiente del tipo de actividad que desempeñan, todas tienen la misma calidad de persona. ( hay que considerar la poliformidad de la persona.)

Niveles de personificación de las actividades realizadas en la empresa o en torno a la empresa:


1. La personificación del trabajo directivo, por la estrecha relación con el sujeto que lleva a cabo este trabajo.


2. La personificación del trabajo operativo, igualmente por la estrecha relación que este trabajo guarda con el operario, aunque no es una relación total, ya que
el trabajo operativo se encuentra estrechamente vinculado con el objeto sobre el que se opera.

3. La personificación del inversionista o capitalista, por cuanto la vinculación de las
inversiones con la persona que invierte no desaparece nunca, mal que pese a los capitalistas estrictamente puros, quienes desearían que el capital quedase exento de instancias morales, tendencia que ha recibido de Juan Pablo II el calificativo de capitalismo salvaje.

4. La personificación del acto de comprar en relación no ya con quien compra (que correspondería al primero o segundo grado), sino en relación con a quien compramos, es decir, la persona del proveedor, y la personificación del acto de vender en relación con quien vende (que correspondería al primero o segundo grado, sino en relación con aquel a quien se vende, esto es, la persona del
cliente.
ETICA Y CONVIVENCIA


Los modos en que sentimos, pensamos y actuamos para resolver prácticamente las tres cuestiones, conforman en gran medida nuestro estilo de vida, nuestro ethos humano, la identidad ética.




La vida de cada persona discurre en un sistema heterogéneo y complejo de convivencias. En qué grado logramos ser sujetos de la convivencia y en qué grado estamos sujetos a la convivencia, es una cuestión de difícil respuesta. La familia, la casa, la vecindad, los grupos de amigos y las cuadrillas, las escuelas y las empresas, los municipios y sus uniones, las ciudades y los estados, ... son instituciones de convivencia, a través de las cuales hemos heredado los principales medios que nos permiten sobrevivir y replantearnos el sentido de nuestra (co)existencia.




La calidad del desarrollo humano a través de dichas instituciones depende de muchos factores, pero principalmente del ethos que inspira, orienta y guía los modos de sentir, pensar y comportarse de las personas en relación a sí mismas, en relación a sus congéneres y en relación a la naturaleza.
Nos referimos al ethos o a la ética en su sentido más original, incluyendo en su significado la responsabilidad de actuar en conciencia buscando verdaderamente el bien y comportándose consecuentemente ante opciones concretas en cumplimiento de deberes. El ethos supone, en tal sentido, la búsqueda honesta y crítica de lo verdaderamente mejor para sí y para su(s) comunidad(es). El comportamiento humano puede estar, sin duda, condicionado por la costumbre (mores), por la fatalidad de factores ajenos a la voluntad personal (p.e. enfermedad o cataclismos), así como por la fuerza del poder político-militar (imperium) y económico (dominium) o por las leyes vigentes, independientemente de su legitimidad. En la organización social de la convivencia han sido muy complejas las relaciones entre ética (ethos), moral (mores), leyes (nomoi) y poder (imperium o dominium).




Su distinción nos parece, sin embargo, útil y consideramos necesario una vez más –en los comienzos de este tercer milenio- recuperar la centralidad de las preguntas éticas, para responder a los retos de convivencia que nos ocupan y preocupan.



Aunque a finales del siglo XX algunas apariencias indujeron a presagiar la posibilidad, no muy remota, de superar el clima de contra-vivencia mundial, que caracterizó la guerra fría, y de avanzar por unas relaciones de convivencia cooperativa basadas en el respeto solidario a la libertad de personas y pueblos, somos nuevamente testigos de guerras calientes de nuevo cuño que revisten modalidades inéditas en sus formas tanto local como globalmente. La novedad reside, más allá de la sofisticación de los recursos tecnológicos, en la (re)utilización de los factores más subjetivos (sentimientos, creencias, lealtades, organización ...) al servicio de fines que no pocas veces se ocultan deliberadamente para facilitar la movilización popular.



La utilización interesada de los problemas de convivencia para agudizar las contradicciones sociales y aprovecharse de su energía para favorecer cambios reaccionarios o revolucionarios, no debiera nunca ser excusa para no reconocer la realidad de dichos problemas, sino acicate para afrontarlos y solucionarlos cuanto antes. Atendiendo a nuestro entorno, la tarea está servida. Herencias diferentes y proyectos divergentes de identidad o proyecto individual y comunitario en lo que a lenguas, valores, historia, costumbres, símbolos y modelos socio-económicos o político-institucionales se refiere, compiten entre sí por su afirmación privada y pública en un espacio y tiempo compartidos, generando tanta confrontación social, que en determinados contextos y circunstancias hace temer por un antagonismo generalizado, que haga inviable la construcción de lo común o de una comunidad.




A esta situación han contribuido factores y circunstancias tan diversos como los cambios tecno-económicos, transformaciones culturales súbitas, procesos migratorios desordenados, condiciones políticas desiguales, herencias históricas diferentes de gran carga simbólica e ideologías contrapuestas.



La solución humanamente digna de estos problemas debe incluir la clarificación ética de lo que debemos hacer, lo que en modo alguno excluye, sino que exigirá, el debate sobre cómo hacer realidad lo que debemos.